Había en cierto lugar perdido en el océano una isla desierta donde desde pequeños habían sido abandonado tres niños. Los niños crecieron y se hicieron hombres y como eran sumamente inocentes y puros se desenvolvieron en contacto directo con la Divinidad. Un día ocurrió un naufragio y llegó a las costas un obispo inconsciente. Los ermitaños le atendieron y gracias a sus cuidados volvió a la vida.
El obispo entonces les preguntó qué hacían y cómo andaban desnudos... Ellos, siempre sonrientes y felices le respondieron que simplemente pasaban el día jugando y hablando con los animales, y las plantas y que un Ser Bello y Amoroso les daba de comer frutas, legumbres y todo lo que necesitaban y que eran muy felices. Que ese ser amoroso era toda bondad y era una Luz maravillosa y que desde niños les había cuidado y que jugaban con él. El obispo les dijo que ese Ser posiblemente era Dios, pero que a Dios no se le recibía desnudo ni tampoco se jugaba con él sino que había que rezarle, tomar muy en serio esas cosas y para empezar, ponerse ropas.
Los ermitaños que eran muy inocentes y obedientes enseguida empezaron a aprender los rezos que el obispo les enseñaba así como las ideas del pecado, del cielo y el infierno, de los males, de las virtudes y los defectos. Sin embargo, cada día que pasaba el obispo notaba que se entristecían. Es que ya no vemos a Dios como antes ni podemos jugar con él como hacíamos antes que tu vinieras y esta ropa que tenemos nos moleta... pero si tu dices que debemos rezar vamos hacerlo... Y pasaban los días. Los ermitaños ayudaron al obispo a construir una balsa y un buen día vieron un barco a lo lejos. El obispo se subió en la balsa, los bendijo y les dijo: "acuérdense de rezar como les enseñé, volveré para llevarlos a donde hay hermosas iglesias.
Los ermitaños dijeron que preferían quedarse y el obispo empezó a alejarse. Cuando estaba algo lejos de la costa volvió la cabeza y vio las tres figuras que corrían desnudas encima de las aguas del mar y que le gritaban: -"Obispo, se nos olvido el rezo que nos enseñaste. Y el obispo tuvo en esos momentos una gran revelación, se volvió hacia los tres inocentes ermitaños y les gritó: -Olvídense de los rezos y de todo lo que les enseñe, sigan viviendo inocentemente como antes de conocerme, sigan hablando con Dios como lo hacían antes, jueguen con el Niño Dios y olvídense de todo lo que les dije. Quédense en su isla y continúen desnudos... Adiós amigos, Dios les bendiga siempre..
Los ermitaños se retiraron a su isla, caminando sobre las aguas, cantando y sonrientes. En la orilla les esperaba Dios para continuar jugando con ellos, recibiendo su amor y dándoles su gracia... El obispo, por su parte, no contó nada de lo que había vivido, se vistió con ropas de humilde sacerdote y se retiro a una aldea, aun más humilde donde vivió en contacto con la naturaleza y con sus fieles, hablando siempre del amor de Dios y no del odio, ni de los castigos ni pecados horribles, y regocijándose siempre en su interior con aquel naufragio que le permitió conocer aquellos tres santos que cambiaron su vida.
Maestro Yogananda